Científicos hispanoárabes
La formación de la cultura y la ciencia de al-Andalus arranca dentro del doble proceso de arabización e islamización de la península ibérica. Sin embargo, la ciencia andalusí se desarrolló a partir de fundamentos hispanovisigodos que paulatinamente fueron siendo superados por los conocimientos llegados a la península desde Oriente. En algunos casos, de la mano de viajeros y peregrinos que habían realizado viajes a La Meca y Medina; en otros, por mercaderes que comerciaban con diferentes artículos, incluidos los libros, que adquirían en centros culturales como Bagdad, El Cairo y Damasco; y en ocasiones, se hacía venir a científicos y sabios orientales para que enseñaran aquí las materias en las que estaban versados.
El conocimiento de la fabricación del papel permitió la copia económica de libros, facilitó su comercio y enriqueció las colecciones bibliográficas. Otra de las grandes aportaciones de la cultura andalusí sería la contribución al resurgimiento de la cultura griega y su incorporación al resto de Europa. Por un lado, se traducían los textos latinos que los árabes encontraron aquí y por otro, se difundieron los que traían ya traducidos de su lengua original.
En cuanto al sistema de educación de al-Andalus, era el mismo que se daba en el resto del mundo islámico. El aprendizaje de la lengua árabe se organizaba a partir del Corán, que se aprendía de memoria. Los andalusíes, sin embargo, añadían al conjunto de estudios primarios, disciplinas como la poesía, gramática, lexicografía, historia y genealogía, así como el aprendizaje de la caligrafía, de modo que había más personas que conocían la escritura que en el resto del mundo árabe. El cálculo formaba también parte de la enseñanza elemental ya que se aplicaba a los asuntos jurídicos, en temas relacionados con la partición de herencias.
Durante la Edad Media, apenas tenemos referencias de las mujeres ilustradas y creadoras de arte o ciencia. En el mundo hispanoárabe la mayoría de ellas cultivó los temas religiosos y en el caso de las esclavas materias profanas como la poesía y otros géneros literarios.
Se conoce el caso de una esclava de Al-Hakam II que fue enviada a formarse en astronomía con Sulaymán b. Amad al-Rusáfi al-Qassám para, tres años más tarde, volver a palacio como experta en la materia.
Algunas mujeres libres se dedicaron a copiar libros, fundamentalmente coranes. En ocasiones, resultaban tareas de tal complejidad que algunas de ellas podrían considerarse paleógrafas, además de calígrafas.
En algún caso se produjo la transmisión del saber de padres a hijas, como ocurrió con Abu Marwan Ibn Zuhr (Avenzoar) y su hija Umm ʽAmr, hija, nieta y hermana de médicos, que había adquirido conocimientos de medicina y se ocupaba de tratar a mujeres, niños y esclavos de la nobleza almohade, y cuyos consejos eran tenidos en consideración por los hombres.
Las mujeres árabes no participaban activamente en la vida intelectual y tampoco eran libres de elegir su ocupación, por lo que la realización de estas actividades venía marcada por los intereses del entorno familiar o la formación que se les hubiera administrado.
En la primera mitad del siglo IX, aparece la que es considerada la primera obra científica andalusí, se trata del Mujtasar fi l-tibb, un compendio que recoge las enseñanzas de Abd al-Malik b. Habib sobre medicina.
Ciertamente, es a partir de este siglo cuando podemos hablar de ciencia propiamente andalusí. Sobresale la figura de Abbās b. Firnās, versado en tantas ramas del saber que era conocido como el “sabio de al-Andalus” y considerado el introductor en Europa del principio de la brújula y de la numeración arábiga.
El siglo X, el del califato de Córdoba, supuso el momento de verdadero desarrollo de la ciencia andalusí, gracias al apoyo de los califas omeyas, Abd al-Raḥmān III y su hijo Al-Hakam II. Durante esta época se potenciaron las relaciones científicas con el resto del mundo musulmán y con Bizancio y se creó una red de bibliotecas, incluida la gran Biblioteca Califal. Convertida en el mayor centro de sabiduría y documentación de Occidente, la biblioteca estuvo dirigida por Lubna de Córdoba. Esta mujer, nacida esclava, realizaba funciones de escriba, hasta que más tarde se ocupó de la organización de la biblioteca. Su talento y conocimientos en álgebra y otras ciencias no pasaron desapercibidos para el califa, quien le otorgó la libertad y la nombró secretaria personal de su hijo. Como conservadora de la biblioteca viajó a Oriente para seleccionar los libros que incorporaría a la colección real.
Además de Lubna, la historia ha rescatado el nombre de Fátima, otra copista y secretaria del califa Al-Hakam II, posible hija del astrónomo Abul Qasim Maslama ibn Ahmad al-Mayrity, probablemente natural de Madrid. Este científico destacó en matemáticas, astronomía y alquimia. Entre sus grandes aportaciones se encuentran la adaptación de las tablas de cálculo de Al-Jwarizmī, a cuyo nombre debemos el término algoritmo y la traducción al árabe del Planisphaerium de Ptolemeo, un tratado sobre astrolabio y un tratado de aritmética. Se le relaciona, así mismo, con la creación de una “escuela” de astrónomos constituida por sus propios discípulos y estudiantes.
A otro Maslama, Maslama Ibn Qasīm al-Qurṭubī, se le considera el autor del Libro de Picatrix, la versión latina de El propósito del sabio, una serie de recetas, pociones mágicas y un manual de fabricación y uso de amuletos y talismanes, cuyo origen se remonta a los pueblos de la antigua Mesopotamia, que Alfonso X mandó traducir al castellano y al latín.
La medicina de al-Andalus contribuyó de forma muy valiosa al desarrollo de la medicina medieval. Los médicos jugaron un papel destacado en la corte de los omeyas, como Ibn Yulyul, considerado el primer historiador de la medicina y estudioso de Dioscórides o Arīb b. Sa‘īd, firme defensor de mantener la obstetricia y los cuidados infantiles en el ámbito de la medicina. Compone la obra Libro de las generaciones del feto, dedicado a la obstetricia y a la pediatría. Destaca también el Calendario de Córdoba, un almanaque de origen babilónico escrito en colaboración del obispo mozárabe Rabī' ibn Zayd (Recemundo).
La segunda mitad del siglo X la llena la figura del médico y cirujano cordobés Abul-Qasim al-Zahrawi, latinizado como Abucalsis, considerado el padre de la cirugía moderna, autor del Kitāb al-taṣrīf, un compendio de medicina carácter enciclopédico. Su obra fue profusamente traducida a diferentes idiomas y sus procedimientos quirúrgicos usados hasta el siglo XV.
Desaparecido el califato, en los primeros años del siglo XI, siglo de oro de la ciencia andalusí, los conocimientos empiezan a especializarse y se desarrollan disciplinas como la alquimia, medicina, astronomía y agricultura.
En el campo de la astronomía destaca Azarquiel, quien realizó importantes observaciones astronómicas que compiló en su tratado Tablas toledanas, obra que sirvió más tarde para la confección de las Tablas Alfonsíes.
En la medicina y la agricultura hay que hablar de Ibn Wafid, conocido médico y farmacólogo toledano. El Libro de los medicamentos simples tuvo una gran repercusión y fue traducido al catalán y al latín en el siglo XII. También es recordado por la creación de un jardín botánico a orillas el Tajo.
En relación a la agricultura, la ciencia andalusí destaca sobre el resto del mundo islámico debido a las numerosas fuentes escritas sobre el tema, la abundancia de agua y a la climatología del país. Recordemos aquí al también toledano Ibn Bassal, posible introductor del naranjo en la península.
Durante el siglo XII, destaca la presencia de los tres grandes médicos clínicos que dio al-Andalus a la medicina medieval: Avenzoar, Averroes y Maimónides.
El primero de ellos, el ya mencionado Abu Marwan Ibn Zuhr, nació en Sevilla, hijo y nieto de médicos de la familia Banū Zuhr, cuyo nombre fue adaptado como Avenzoar. Mantuvo relaciones profesionales con Averroes, treinta años más joven que él. Su principal obra es el Kitab al-Taysir, el Libro de la simplificación de la terapéutica y la dieta, obra de la que se hicieron múltiples traducciones al latín y que sirvió como manual académico en Europa hasta el siglo XVIII.
La figura de Ibn Rušd, conocido como Averroes, como médico, quizá queda un tanto eclipsada por su obra filosófica y teológica. Sin embargo, fue un buen comentarista de Galeno y nos dejó una importante obra original, el Kitāb-al-Kulliyāt fī-l-ṭibb o Libro de las Generalidades sobre medicina, que al igual que la de Avenzoar, alcanzó importante fama en el mundo latino.
En la segunda mitad del siglo XII vive en Sevilla el astrónomo Nur al-Din al-Bilrauji, llamado también Alpetragio por ser natura del Valle de los Pedroches en Córdoba. Discípulo de Ibn Ṭufayl, planteó un sistema astronómico alternativo al de Ptolomeo en a su Kitab al-Hay'ah (Libro de la astronomía teorética).
Conocidas son las innovaciones que los agricultores islámicos introdujeron en la península y que pasaron después a América, como la caña de azúcar, el algodón y otras fibras vegetales. En cuanto a alimentos: arroz, berenjenas, alcachofas, sandías, limones, azafrán, entre otras. Contribuyeron también a la mejor difusión del olivo y otros árboles mediterráneos. En Europa fueron pioneros en el cultivo de gusanos de seda.
A finales del siglo destaca la obra de Ibn al-‘Awwam autor de Kitab al-Filaha (Libro de Agricultura), que fue mandado traducir por Campomanes, ministro de Carlos III, para darlo a conocer a los agricultores con el objetivo de realizar un explotación más racional de sus tierras.
A mediados del siglo XIII, finalizada la época almohade, se inicia un periodo de decadencia científica en el que la Escuela de Traductores de Toledo contribuyó al desarrollo de la ciencia y a que en Europa se conociera lo que se había hecho en al-Andalus durante los siglos precedentes.
El máximo exponente de la farmacología y la alimentación será Ibn al-Baytar, calificado por Menéndez Pelayo como el “Dioscórides español”, fue referencia tanto en el mundo oriental como en el occidental por sus trabajos como botánico y farmacólogo real.
El siglo XIII será también el del nacimiento del Reino Nazarí, con un territorio reducido ya al reino de Granada. En medicina destaca el levantino Muhammad al-Safra, al que le debemos la segunda obra de la historia de la cirugía andalusí, junto a la de Abucalsis.
Entre 1310 y 1369 vivió el almeriense, Ibn Jatima, político, poeta e historiador que destacó en medicina por su tratado sobre la peste y la higiene.
El legado científico andalusí es una de las grandes aportaciones a la cultura europea y mundial. La península ibérica se convirtió en el punto de contacto entre dos culturas, Oriente y Occidente, y en la cuna de aportaciones esenciales para el desarrollo científico, además de preservar y difundir los saberes de la Antigüedad.
Fuentes consultadas
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Créditos: Elaborado por el Servicio de Información Bibliográfica de la Biblioteca Nacional de España.