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Miguel Hernández en la BNE

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Teatro


       A pesar de ser fundamentalmente conocido por su obra poética, Miguel Hernández sintió un gran interés por el arte dramático desde su juventud. Además de ser un ávido lector de obras de teatro que solía tomar prestadas de la biblioteca, llegó incluso a participar en algunas representaciones teatrales en su Orihuela natal. Si bien su obra lírica trasciende en calidad y difusión a su producción teatral, hecho que se refleja en el número bastante inferior de ediciones recopiladas en este apartado, esta no carece de interés en cuanto a su variedad temática y como prueba evidente de la evolución ideológica del autor.

       Muestra de ello es el sorprendente tipo de pieza teatral que elige para su primera obra dramática: el auto sacramental. Estas composiciones, de carácter religioso, estaban pensadas para ser representadas el día del Corpus Christi, pero fueron prohibidas en 1765 debido a la polémica mezcla de motivos sagrados con otros populares e irreverentes que manifestaban un espíritu cada vez más profano. Por tanto, resulta llamativa la elección de esta clase de pieza teatral para la obra Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras (1934). Aunque se ambienta en un espacio rural, mantiene el estilo alegórico y la búsqueda de redención propios de este tipo de obras, ya que, por entonces, Miguel Hernández todavía se hallaba influenciado por el contexto conservador y católico de su entorno oriolano, representado especialmente en la figura de su amigo Ramón Sijé.

       Su siguiente obra, El torero más valiente (1934), abandona la temática católica en favor de otra simbología que mitificar, aunque esta vez más anclada en la tradición popular. La trama se inspira en el fallecimiento real de un torero, Ignacio Sánchez Mejías, ocurrido ese mismo año. Con el desenlace trágico esperado, la obra se estructura en tres actos que desarrollan la rivalidad entre dos toreros, glorificando la figura del matador, incomprendida y solitaria.

       No obstante, tan solo un año después, ya hay testimonios del inicio de su cambio ideológico y su alejamiento del conservadurismo católico, llegando a admitir que ya no está de acuerdo con muchas de las cosas que expresó en su auto sacramental. Se trata del comienzo de su etapa de teatro más social y político, la cual culminará en sus obras de temática bélica derivadas del estallido de la Guerra Civil.

       Inspirado en la estructura dramática de obras de Lope de Vega como Fuenteovejuna, escribe Los hijos de la piedra en 1935, aunque no será publicada hasta 1959 en Buenos Aires. A diferencia de su auto sacramental, donde se defiende el deber cristiano de aceptar la tiranía, en esta obra se promueve la revuelta contra el abuso del poder de la figura del cacique. En ella se puede percibir la proyección de sucesos recientes como el intento de levantamiento de los campesinos gaditanos de Casas Viejas (1933) y la dura represión de la revolución minera de Asturias de 1934. Conservando la misma esencia de denuncia social contra los abusos de poder que sufre el pueblo, escribirá pocos meses después una nueva tragedia, El labrador de más aire, la cual sí logrará publicar en 1937.

       Las otras dos obras que configuran su corpus teatral responden a la urgencia del conflicto bélico. Al igual que hizo con su poesía, reivindica el poder del teatro como un arma de denuncia complementaria a su lírica, tratando de exaltar el ánimo de los combatientes republicanos. En 1937 aparece Teatro en la guerra, el cual se compone a su vez de cuatro breves piezas independientes (La cola / El hombrecito / El refugiado / Los sentados) que instan a la lucha y critican la insolidaridad de los que se niegan a combatir.

       Escribió su último drama, Pastor de la muerte, también en el año 1937, al regreso de su viaje a la URSS para asistir como dramaturgo a un festival de teatro soviético. En la trama pueden apreciarse algunos detalles autobiográficos y tiene lugar en dos espacios principales, la aldea del protagonista y el frente de Guadarrama. Asimismo, la obra muestra la influencia del teatro soviético, no tanto en el planteamiento del drama, sino en las abundantes acotaciones que especifican recursos técnicos y de escenografía propios del drama (e incluso el cine) soviético. Sin embargo, esta obra no cuenta con su propia sección en la guía, ya que, a pesar de haber ganado incluso un accésit del Premio Nacional de Literatura de 1938, no llegó a publicarse. A día de hoy se puede encontrar en ediciones de sus obras completas, apareciendo publicada por primera vez en las Obras completas de la editorial Losada (1960).

       En definitiva, queda patente el profundo interés que el autor sentía por la escritura dramática. Si bien no ha tenido tanta repercusión como su obra poética y los textos cuentan con algunos elementos disonantes (maniqueísmos, imitación del estilo del teatro barroco, intervenciones de lirismo excesivo, etc.), su producción teatral constituye un pilar imprescindible para comprender la figura de Miguel Hernández como escritor. Además de las obras citadas, se tiene constancia de algunas otras piezas en las que pudo estar trabajando (La gitana / Juan de Oro / La endemoniada), pero de las que no se ha conservado más que los títulos.

 

 

Fuentes consultadas

García Montero, L. (2017). Introducción. En M. Hernández, Los hijos de la piedra (pp. XVII-XLIV). Universidad Internacional de Andalucía.
12/1216756

Riquelme, J. (2010). Miguel Hernández y el teatro. En J. C. Rovira Soler y C. Alemany Bay (Coord.), Miguel Hernández: la sombra vencida, 1910-2010 (vol. I, pp. 95-105). Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales..
B 60 HERNANDEZ, MIGUEL V. 1

Rovira, J. C. (1992).Introducción. En M. Hernández, Obras completas: Tomo II. Teatro, prosas, correspondencia (A. Sánchez Vidal, J. C. Rovira y C. Alemany, Eds.) (pp. 1179-1221). Espasa-Calpe.
SB-5 82 HERNANDEZ V.2

 

Créditos: Elaborado por el Servicio de Información Bibliográfica de la Biblioteca Nacional de España.