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Siglo XVIII


En los últimos compases del siglo XVII se fundó el primer taller tipográfico especializado en música en España: la Imprenta de Música, iniciativa del organista y compositor José de Torres y Martínez Bravo. Sus prensas alumbraron tratados y métodos para aprendices y profesionales, tratados de canto llano para instituciones religiosas, obras de teatro musical destinadas a representarse en fiestas cortesanas o aristocráticas y numerosos pliegos sueltos de música vocal. Activa hasta la década de los treinta, su producción alcanzó la cincuentena de títulos, escasa pero muy significativa históricamente.  

La Imprenta de José de Torres disfrutó de un privilegio para imprimir música, lo que prolongó el dominio del método tipográfico de impresión musical, frente a la técnica del grabado calcográfico realizado con buril sobre plancha metálica, que se había impuesto en el continente europeo por su mayor versatilidad para plasmar notaciones complejas y por la facilidad que ofrecía a la hora de efectuar reimpresiones. Esta fue la técnica utilizada durante las décadas finales del siglo XVIII, cuando la edición de música en nuestro país experimentó una cierta eclosión, siempre dentro de unos límites modestos.

A este relativo impulso editorial contribuyeron los géneros emergentes en aquellos años, como el trío, el cuarteto y el quinteto de cuerda. El cuarteto, que tuvo en Madrid su foco y en Manuel Canales su máximo exponente —al margen de los italianos Luigi Boccherini y Gaetano Brunetti, ambos afincados en España—fue uno de los tres géneros instrumentales más cultivados en la España de últimos del XVIII.  Los otros dos son la sinfonía, campo en el que brillaron orquestas como la del duque de Osuna y, sobre todo, la de la Real Cámara; y la sonata para tecla, donde sobresale la figura de Antonio Soler. Mención especial merece, en el capítulo de la música para órgano, el compositor y teórico Antonio Martín y Coll, recopilador de cuatro colecciones para este instrumento conservadas en la Biblioteca Nacional.

En lo que atañe al teatro musical, a comienzos del siglo XVIII la zarzuela, nacida como festejo orientado a los escenarios reales y al público cortesano, llegó a ser el género de mayor éxito entre el público de los corrales o teatros musicales madrileños. De la mano de dramaturgos como Antonio Zamora y José de Cañizares, la zarzuela se transformó, de este modo, en un género popular; una tendencia en la que profundizaría, ya en la segunda mitad del siglo, el libretista Ramón de la Cruz. Perdería peso, por otro lado, la temática mitológica, como queda de manifiesto en las zarzuelas de José de Nebra, el gran protagonista de la escena madrileña en las decadas centrales del siglo. En cuanto a la ópera, cobró una importancia crucial en nuestro país, empuje que procedió fundamentalmente de Italia. Este proceso se frenaría en el ámbito de la Corte a partir de la llegada al trono de Carlos III, en 1759; en cambio, en los mismos años las compañías itinerantes italianas se expandirían por diferentes ciudades españolas. 

Durante las primeras décadas de la centuria, la música eclesiástica experimentó cambios de gran alcance. Si en el siglo anterior era primordialmente vocal, ahora se incorporan numerosos instrumentistas, especialmente de tecla y viento. Asimismo, los villancicos adquieren a menudo un cariz teatral con la introducción de novedades italianizantes como los recitados y las arias. El espacio funcional del villancico tradicional pasaron a ocuparlo, en gran medida, los oratorios, género cultivado de forma casi exclusiva en la Corona de Aragón.

Al margen de los tratados teóricos de factura clásica, como la Escuela música de Pablo Nassarre o la Música universal de Pedro de Ulloa, que reflexionaban sobre los fundamentos técnicos y compositivos de la música, en este siglo afloraron estudios que la ponían en relación con otras artes y con la cultura ilustrada imperante. En este novedoso ámbito se encuentran obras como Dell’ origine e delle regole della musica, de Antonio Eximeno, publicada en italiano en 1774 y vertida al español por Francisco Antonio Gutiérrez en 1796, y el famoso poema didáctico La música (1779), del erudito ilustrado Tomás de Iriarte. Por último, durante este siglo se publicó un gran número de libros de danza de diversa índole (ensayos históricos, monografías sobre aspectos técnicos, manuales didácticos…), que están ampliamente representados en la colección de la Biblioteca Nacional.  

 

Boccherini, Luigi

A second set of quintettos, ca. 1778. M/671-675

Canales, Manuel

Six quartettos, 1782. M/676-679

Espinosa de los Monteros, Manuel

Toques de guerra que deberán observar uniformemente los pífanos, clarinetes y tambores de S.M., 1769. M/8684

Ferriol, Bartolomé

Reglas útiles para los aficionados a danzar, 1745. M/860

Soler, Antonio

Sonatas para fuerte-piano, ca. 1770. MP/3170/7

Torres, José de

Reglas generales de acompañar, en órgano, clavicordio y arpa, 1702. M/52

Herrando, José

Arte y puntual explicación del modo de tocar el violín, 1756. M/2539

Soler, Antonio

Llave de la modulación, 1762. M/2148

Literes, Antonio

Los elementos, primer tercio del siglo XVIII. M/1351

Stadler, Maximilian

Juego filarmónico para componer minués, ca. 1790. M/14856


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Créditos: Elaborado por el Departamento de Música y Audiovisuales.