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La ciencia española hasta el s. XIX. Obras impresas

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Física


       La actividad desarrollada por España en las disciplinas relacionadas con las ciencias físicas durante el siglo XVI, considerado como el período inicial de lo que sería la revolución científica del siguiente siglo, en general se mantuvo en consonancia con las aportaciones llevadas a cabo por el resto de países europeos. Hacia finales del siglo XV y principios del siglo XVI se formó un grupo de profesores y estudiantes de origen español y portugués que destacó en la Universidad de París debido a sus posicionamientos en relación a las doctrinas de los Calculadores del Merton College y su teoría del ímpetus. A este grupo de discusión pertenecían figuras como Juan de Celaya, Gaspar Lax, Juan Martínez Silíceo y Diego Diest. En este sentido, fue un discípulo de Celaya, Domingo de Soto, quien publicó unos Comentarios y cuestiones a la Física de Artistóteles (1545) que se usaron en la enseñanza, alcanzando varias ediciones a lo largo del siglo. Soto proporcionó el medio de evaluar el espacio recorrido en el movimiento de caída, anticipándose a la ley de caída de graves de Galileo.

       Hay que tener en cuenta que, en esta época, el término física seguía siendo sinónimo de filosofía natural, disciplina que se ocupaba principalmente del estudio de los elementos primeros constitutivos de la materia y sus transformaciones.

       La historia natural constituye uno de los aspectos más brillantes de la actividad científica española del siglo XVI. Además de Soto, entre los tratados de filosofía natural más influyentes de la corriente escolástica, figura el De communibus omniun rerum naturalium (1562) de Benito Perera, así como los tratados de Francisco de Toledo. Asimismo, el Nuevo Mundo ofrecía una extraordinaria oportunidad de enriquecer el acervo heredado de la Edad Media, por lo tanto, los naturalistas españoles incorporaron a la ciencia europea los conocimientos que provenían de tierras americanas y que tuvieron una gran difusión internacional.

       Por otro lado, destacar que el De revolutionibus orbium coelestium de Copérnico no tuvo especial dificultad para difundirse en España y la obra se incluyó en los estatutos de 1561 de la Universidad de Salamanca, aunque no fue utilizada como texto en la enseñanza. Sí fue ampliamente utilizada por algunos cosmógrafos españoles que analizaron su importancia desde un punto de vista exclusivamente físico.

       Además de las obras de filosofía natural y astronomía, otras fuentes de interés para el estudio de las ciencias físicas en esta época son las obras relacionadas con la ingeniería civil y militar e incluso con la arquitectura, como es el caso de Juan Bautista de Villalpando.

       La segunda fase de la revolución científica se inicia con la aparición de los primeros tratados cuya referencia es Galileo, que se produce en la transición del siglo XVI al XVII y que afectó a todos los campos del saber. El inicio de la física moderna implica la sustitución de la visión aristotélica de un cosmos cerrado y jerárquico por la de un universo indefinido, regido por leyes identificadas. En este periodo desciende la aportación española a la ciencia, contribuyendo en menor medida que durante el siglo anterior a las realizaciones y avances que se producen en el resto de Europa, y cuyas razones habrá que buscar en los aspectos históricos, políticos, económicos e ideológicos del país.

       La actividad universitaria se halla en un periodo de decadencia y las enseñanzas de náutica, astronomía y matemáticas de la Casa de Contratación de Sevilla sufren también un retroceso durante la parte central de la centuria. Lo mismo ocurre con otra importante institución, la Academia de Matemáticas de Madrid, fundada por Felipe II y dirigida por Juan de Herrera, la cual es absorbida por los Reales Estudios del Colegio Imperial de Madrid, establecidos hacia 1625 y regentados por la Compañía de Jesús. Precisamente, el Colegio Imperial fue la institución que mantuvo alguna actividad y sirvió de correa de transmisión del conocimiento a través de las visitas de científicos jesuitas europeos.

       A pesar de que la obra de Galileo tuvo una difusión muy limitada en España, podemos destacar el trabajo del ingeniero Vicente Mut, considerado el primer intento de incorporación de la cinemática galileana, en su Arquitectura militar, publicada en Mallorca en 1644.

       Durante las últimas décadas del reinado de Carlos II se produce un proceso de puesta en cuestión del saber tradicional y se denuncia el atraso científico español de la mano del movimiento “novator”. Cabe destacar la labor de dos jóvenes intelectuales, Tomás Vicente Tosca y Juan Bautista Corachán, los cuales se reunían en la tertulia de Baltasar de Íñigo en Valencia hacia 1680 para discutir sobre las leyes de Galileo y Descartes, entre otras materias de las ciencias físicas, y realizaban también observaciones con microscopios y telescopios. Las obras de Tosca, Compendio Mathematico y Compendio philosophicum, suponen una de las principales referencias a la física pre-newtoniana.

       Las condiciones socioeconómicas de la España del siglo XVIII favorecieron el desarrollo de la trayectoria abierta por los novatores en el siglo anterior y la nueva ciencia no sucumbe a los ataques del escolasticismo. En este sentido, destaca la obra Teatro crítico universal de BenitoJerónimo Feijoo, que simboliza el inicio de la divulgación de la ciencia.

       Por otra parte, la remodelación llevada a cabo en el ejército y la armada por la nueva dinastía borbónica y la creación de nuevas instituciones académicas favorece el surgimiento de destacados astrónomos, matemáticos, navegantes y cartógrafos. Como ejemplo, destacan las contribuciones al desarrollo de las ciencias físicas de expediciones como la del Ecuador, organizada por la Academia de las Ciencias de París para medir el meridiano terrestre, que contó con la presencia de Jorge Juan y Antonio de Ulloa. El primero se encargó de redactar las Observaciones astronómicas y físicas y Ulloa de la Relación histórica del viaje. Las dos obras muestran la calidad científica de los dos marinos y la importancia de las tareas desarrolladas, que plantearon no pocas dificultades a Jorge Juan debido a su decidido enfoque newtoniano, pero que sirvieron de apertura hacia una nueva fase del desarrollo científico español.

       Durante la segunda mitad del siglo XVIII, uno de los aspectos de la física experimental que más se difundió en España, como en el resto de países, fue la electricidad. En este sentido cabe señalar los ensayos de Agustín de Betancourt y Francisco Salva y Campillo. Destaca también la fundación de la Academia de Ciencias Naturales y Artes de Barcelona, una de las instituciones más activas en el terreno de la física experimental, establecida en 1764 con el nombre de Conferencia Físico-Matemática Experimental.

       Los acontecimientos políticos de finales de siglo, la guerra de Independencia y la década ominosa, colapsaron de nuevo la actividad científica española, dificultando enormemente la formación y desarrollo en materias como la física, la química o las matemáticas durante el siglo XIX.

       En 1847, se funda la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, siendo las aportaciones a la física menores que las de matemáticas durante toda la centuria. La producción bibliográfica descendió sensiblemente, limitándose a abordar introducciones a los nuevos conocimientos, siendo poco importantes en sí mismas. Hubo que esperar a la década de 1920 para que, con la escuela de Blas Cabrera y su Laboratorio de Investigaciones Físicas de la Junta para Ampliación Estudios, la situación comenzara a cambiar.

Lámina física
Recorte lámina sobre uso de higrómetros
Recorte lámina con dibujos de engranajes y poleas
Lámina con dibujos de un problema de óptica
Retrato de Tomás Vicente Tosca
Lámina física
Recorte lámina con dibujos de las estructuras
Retrato de Benito Jerónimo Feijoo
Lámina con representaciones de problemas de física
Reatrato de Antonio de Ulloa
Retrato de Jorge Juan

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Selección de obras de Física


 

Fuentes consultadas

Historia de la física hasta el siglo XIX. (1983). Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales
AHM/266166

Lafuente, A., Nuria Valverde. (2003). Los mundos de la ciencia en la Ilustración española. Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología
GM/19060

López-Ocón Cabrera, L. (2003). Breve historia de la ciencia española. Alianza Editorial
9/248059

López Piñero, J. M. (1973). Bibliografía histórica sobre la ciencia y la técnica en España. Secretariado de Publicaciones de la Universidad
BM 001(091)(460) V. 1 – V. 2

López Piñero, J. M. (1983). Diccionario histórico de la ciencia moderna en España. Península
BM 001(46) DIC V.1 – V.2

Pimentel, J. (2020). Fantasmas de la ciencia española. Marcial Pons Historia: Fundación Jorge Juan
11/60407

Vernet Ginés, J.  (1998). Historia de la ciencia española. Alta Fulla
AHM/406070

 

Créditos: Elaborado por el Servicio de Información Bibliográfica de la Biblioteca Nacional de España.