Medicina
Durante el siglo XVI se aprecia cómo en los territorios gobernados por la monarquía hispánica conviven diferentes sistemas de control de la práctica médica que se anunciaban ya desde el siglo XV y que se desarrollaron brillantemente durante toda la centuria. Por un lado, se mantenían las prácticas medievales referenciadas en Galeno e Hipócrates y, por otro, se ejercía una nueva regulación a través del Tribunal del Protomedicato y numerosas cofradías y asociaciones de médicos y cirujanos.
El Tribunal del Protomedicato era la institución encargada de autorizar y controlar el ejercicio de la medicina en la Corona de Castilla. Fundado en 1477 por los Reyes Católicos, fue reformado durante el reinado de Felipe II. Las funciones del Tribunal consistían en examinar y conceder licencias de práctica a los médicos, cirujanos y boticarios, pero también a otras categorías profesionales como especieros, herbolarios o matronas. Frente a la marcada separación entre médicos y cirujanos que se producía en el resto de Europa, en España e Italia la tendencia se dirige hacia la creación de cátedras de cirugía en las universidades más importantes, apareciendo médicos con título universitario consagrados a la cirugía.
Uno de los médicos españoles más influyentes del siglo XVI es Andrés Laguna, a quien se debe la traducción castellana glosada con numerosos comentarios de la Materia médica de Dioscórides.
Por su parte, Miguel Servet es otra figura destacada de la centuria. Médico y teólogo, realizó investigaciones muy significativas en anatomía y fisiología. La posición que ocupa en la historia de la ciencia se debe fundamentalmente a su Christianismi restitutio, una formulación de la circulación pulmonar, la más importante rectificación que durante el siglo XVI se hizo a la fisiología galénica y que influyó en las ideas que durante el siglo XVII desarrolló William Harvey.
En 1570, Felipe II organiza la que se considera la primera expedición científica moderna, con el objetivo de explorar Nueva España, liderada por Francisco Hernández y con una duración aproximada de cuatro años. El objetivo es localizar las plantas que usaban los indígenas para combatir enfermedades. Gracias a estos estudios se describen más de cuatrocientas especies de animales, treinta y cinco minerales e innumerables vegetales que se usarán posteriormente en la medicina occidental.
Al siglo XVII corresponde la Revolución Científica por antonomasia y puede situarse el punto de partida de la ciencia médica moderna. Sin embargo, a pesar de que la actividad española durante este siglo no obtuvo los resultados de los países de su entorno, las exploraciones del Nuevo Mundo y los descubrimientos de productos desconocidos hasta entonces en Europa resultaron de especial importancia para que se produjeran muchos de los avances en medicina. Cabe destacar también la construcción de nuevos hospitales fundados en territorio americano desde 1532, mientras que en la península se producía una reorganización de la red hospitalaria, con una mejor equipación y un aumento de la eficiencia. Asimismo, cabe señalar, como curiosa consecuencia, el surgimiento de los corrales de comedias, que tienen su origen en las obras teatrales que se representaban en los patios de los hospitales para entretenimiento de los enfermos.
Los médicos españoles del siglo XVII no desconocían las aportaciones hechas por sus colegas europeos, sin embargo, fueron negadas o no reconocidas en muchos casos. Hay que esperar a las décadas finales del siglo para encontrar en España médicos que se aproximen a las nuevas corrientes basadas en estudios antropológicos, clínicos o terapéuticos.
En 1700, se funda la primera academia científica española, la Regia Sociedad de Medicina y demás Ciencias de Sevilla, considerada como símbolo del inicio de una nueva época que coincide con la entrada del siglo XVIII, el Siglo de las Luces, así como con el cambio dinástico.
Se trata de un periodo en el que la medicina española vive un momento de muchos debates acerca de la doctrina que se debía seguir. El movimiento “novator”, surgido en España en el último tercio del siglo XVII, une a médicos, matemáticos y filósofos naturales que pretenden impulsar una renovación en sus respectivos campos. Uno de sus representantes más distinguidos es Juan de Cabriada, quien denunció la falta de academias o sociedades donde reunirse y tratar cuestiones médicas.
Durante el siglo XVIII se intenta dotar a la cirugía de un cuerpo doctrinal que la defina claramente. En España, hubo intentos para regular la capacitación de los cirujanos, cuyos requisitos seguían siendo los del siglo XVI. Hasta mediados del siglo XVIII, las universidades españolas no participaron de forma activa en el desarrollo de la medicina, siendo las Academias y, sobre todo, los Reales Colegios de Cirugía, los promotores de su desarrollo, destacando la cirugía militar.
En 1803, el Rey Carlos IV, ante las alarmantes noticias sobre los brotes epidémicos de viruela en el virreinato de Nueva Granada, aprueba el envío de una expedición científica que la Gaceta de Madrid, el 5 de agosto de 1803, anunciaba así: “SM el Rey de España oído el dictamen de su Consejo y de algunos sabios, había dispuesto una expedición marítima compuesta por facultativos hábiles y adictos a la empresa de propagar por todos los dominios españoles el precioso descubrimiento de la vacuna, bajo la dirección de D. Francisco Xavier de Balmis”.
Integraban la expedición, aparte del director, cuatro cirujanos, dos practicantes, cuatro enfermeros, entre los que se encontraba Isabel Zendal, y veintidós niños procedentes de la casa de expósitos de la Coruña. En aquel tiempo, la forma de mantener la vacuna activa era inocularla en personas sanas y trasmitirla entre individuos aplicándola de brazo en brazo. Se necesitaban personas que no hubieran contraído la enfermedad, por lo tanto, los niños eran los candidatos ideales. Al llegar a América, la expedición Balmis llevó la vacuna a la ruta del Caribe durante tres años. A continuación, la expedición se dividió y Balmis, Zendal y 26 niños mexicanos se dirigieron hacia Filipinas, Maca y Cantón, llevando la vacuna a Asia.
Las aportaciones científicas en el siglo XIX se producen a gran velocidad en los diferentes países europeos. En España, inmersa en importantes convulsiones políticas, los avances fueron siempre a remolque de las aportaciones europeas. Clásica es la periodificación de la actividad médica de la España decimonónica del profesor López-Piñero: un período de catástrofe integrado por la guerra de la Independencia y el reinado de Fernando VII en el que se produjo un colapso de la medicina que frustró la buena trayectoria del último tercio del siglo anterior; una etapa intermedia coincidente con el reinado de Isabel II durante el que se produjeron las principales novedades de la medicina europea; y un período comprendido entre la revolución de 1868 y la transición al siglo XX, en el que se recuperó sensiblemente y se crearon las bases para que figuras como Santiago Ramón y Cajal pudieran desplegar su inmensa actividad científica durante el siglo XX.
Fuentes consultadas
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Créditos: Elaborado por el Servicio de Información Bibliográfica de la Biblioteca Nacional de España.