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La ciencia española hasta el s. XIX. Obras impresas

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Química


       La química, tal y como la entendemos hoy en día, se trata de una disciplina relativamente joven. No obstante, ha estado siempre presente a través de otras disciplinas y técnicas vinculadas a la misma: elaboración de pinturas, metalurgia, fermentación de alimentos, etc. A lo largo del siglo XVI, el estudio y la práctica de la química se desarrolla fundamentalmente en torno a tres áreas principales: la alquimia, la iatroquímica y la metalurgia.

       A pesar de que ya no se trataba de una disciplina tan en auge como en su etapa medieval, la alquimia constituye un pilar esencial de la química. Descartando la vertiente más ocultista y mágica, la parte práctica de la alquimia ofrecía una importante recopilación de experiencias y conocimiento sobre muchos elementos y reacciones químicas, además de emplear un método de trabajo de laboratorio. Un gran número de las obras alquímicas que se conservan de esta etapa renacentista son manuscritos, como las “Coplas sobre la piedra filosofal” de Luis de Centellas, si bien destacan por tratarse de textos anónimos en su mayoría.

       Relacionada con la alquimia, cabe señalar la química médica o iatroquímica. Promovida por Paracelso, un famoso y controvertido alquimista suizo, puede considerarse como un antecedente de la bioquímica y de la farmacología moderna. Aunque contaba con algunos elementos contradictorios vinculados con la parte más ocultista de la alquimia, la novedad más interesante del sistema iatroquímico consiste en el abandono del galenismo y el equilibrio de humores corporales en favor de una búsqueda de fundamentos químicos que expliquen la fisiología y las patologías del cuerpo. Como figuras del ámbito de la química médica seguidoras del paracelsismo en España, destacan Llorenç Coçar, con su obra Dialogus veros medicinae fontes indicans (1589), y el destilador Diego de Santiago y su Arte Separatoria (1598).

       En cuanto a la metalurgia, se trata de una época de grandes avances técnicos, especialmente gracias al interés en explotar las nuevas minas americanas. Se difundieron las novedades técnicas de expertos europeos en metalurgia y fundición como Agricola y Biringuccio, dadas a conocer mediante obras como la de Pérez de Vargas, De re metallica (1569). Asimismo, las exigencias técnicas de las minas americanas obligaron a adaptar y desarrollar nuevas técnicas minerometalúrgicas como la aplicación de forma industrial del beneficio de la plata por amalgamación, mejoras en los métodos de destilación, desarrollo de nuevos métodos de extracción del mercurio, etc. En este ámbito, cabe citar a algunos autores como Juan de Cárdenas o Luis Berrio de Montalvo, aunque la obra más destacable es el Arte de los metales (1640) de Álvaro Alonso Barba, ya que recopila todos esos avances de la química minerometalúrgica.

       Por otro lado, el estudio de los metales preciosos por parte de los ensayadores también contó con sus propios avances técnicos específicos, debido al interés económico que despertaba su explotación. El texto más notable en este campo fue el Quilatador de la plata, oro y piedras (1572) de Juan Arfe y Villafañe.

       Sin embargo, el progreso de la química se verá frenado durante el siglo XVII. Las instituciones académicas se aferraban a modelos antiguos y desfasados de enseñanza, rechazando incorporar las nuevas aportaciones científicas que triunfaban en el resto de Europa. No será hasta el último tercio de siglo cuando el movimiento novator comience a denunciar el enorme atraso que sufre el país y por fin se introduzcan en España las primeras nociones de química moderna. Un ejemplo de estos novatores es el científico hispano-italiano Juan Bautista Juanini, defensor de la iatroquímica, y del que se puede señalar su trabajo sobre la fermentación (1679) y cómo este proceso químico puede afectar al organismo.

       Este impulso transformador permitió que, ya en el siglo XVIII, se empezasen a renovar las instituciones y se creasen nuevos organismos y centros de investigación, como la Regia Sociedad de Medicina y demás Ciencias de Sevilla (1700). La concienciación sobre la importancia del desarrollo de las ciencias y la técnica favoreció el intercambio de conocimientos y científicos con el extranjero. De este modo, se buscaron expertos y científicos extranjeros para ejercer como docentes en España y se enviaron alumnos pensionados para que se especializasen fuera del país. Asimismo, esta voluntad de progreso se tradujo en un aumento de la producción editorial y del número de traducciones de obras científicas al español. Un ejemplo relevante para la química fue la traducción de la nomenclatura química de Lavoisier por parte de Pedro Gutiérrez Bueno en 1788, revisada y aumentada en una segunda edición (1801).

       Otra de las instituciones más importantes de la época fue el Real Seminario de Vergara, creado por la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País en 1776, el cual contó con sus propias Cátedras de Química y Metalurgia. En este centro recibieron clases del químico francés Proust los hermanos Fausto y Juan José Elhuyar, los cuales realizarían grandes contribuciones a la ciencia tanto en España como en América. Entre ellas, destaca particularmente el descubrimiento del wolframio, el cual consiguieron aislar en 1783. No obstante, este no fue el único elemento identificado por científicos españoles: Antonio de Ulloa dio a conocer la existencia del platino en 1748 y Andrés Manuel del Río descubrió en 1801 el eritronio (posteriormente redescubierto en Suecia en 1831 como vanadio).

       Como ejemplo de aportación original, se distingue el trabajo de Antoni de Martí i Franquès. Si bien su campo de investigación principal era la bioquímica vegetal, sus estudios sobre gases le convirtieron en el primer científico en determinar de manera exacta la cantidad de oxígeno que hay en la atmósfera, demostrando que es de un 21%, independientemente de la presión y demás variables.

       Sin embargo, el desarrollo de la ciencia española volvió a frenarse a principios del siglo XIX. La guerra de la Independencia, las posteriores guerras carlistas y, en definitiva, el gran desequilibrio político interno provocaron un considerable descenso de la producción editorial científica y del intercambio de publicaciones con el extranjero. Asimismo, la formación y la trayectoria de muchos químicos se vio interrumpida, muchos de ellos obligados a continuar con su trabajo fuera del país. Algunos ejemplos de químicos destacados de esta época son Francisco Carbonell y Bravo o Mateo Orfila y Rotger, considerado como padre de la toxicología moderna.

       A partir del último tercio de siglo, tras la Revolución de 1868, la situación de la ciencia comienza a mejorar, llevándose a cabo una renovación docente que elevará el nivel de la enseñanza impartida en las instituciones académicas. El desarrollo de la química en su aspecto experimental se vio obstaculizado por la carencia de equipamiento científico avanzado, si bien la falta de inversión económica no impidió la renovación de los programas universitarios por parte de profesores como el químico José Ramón de Luanco. Todos estos factores contribuirán a que, poco a poco, se vaya recuperando la investigación científica original y el desarrollo de la aplicación de la química en el ámbito industrial.

       El estudio de la química continuará avanzando hasta el siglo siguiente, donde encontrará un mayor impulso gracias al apoyo de nuevas instituciones como la Real Sociedad Española de Física y Química (1903) o la Junta de Ampliación de Estudios (1907).

Instrumentos de fundición
Instrumentos de laboratorio químico
Retrato de Félix Palacios
Xilografía de hombre utilizando un pequeño horno de fundición
Retrato de Juan Arfe y Villafañe
Instrumentos de laboratorio
Laboratorio de química e instrumental
Tabla de caracteres de la traducción de Gutiérrez Bueno de la nomenclatura química de Lavoisier
Retrato de Pedro Gutiérrez Bueno
Instrumentos de laboratorio
Definición de etileno e instrumental de laboratorio
Retrato de Fausto Elhuyar
Página 146 del tratado de química inorgánica
Fórmulas químicas e ilustraciones de instrumentos de laboratorio
Experimento químico
Horno de fundición
Fórmulas de compuestos de química orgánica (fenoles)
Explicación sobre la indestructibilidad de la materia

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Selección de obras de Química


 

Fuentes consultadas

Biblioteca Nacional (1976). La ciencia en la España de los Austrias. Catálogo de la exposición. Biblioteca Nacional.
BM 001(46) FOLL

Esteva de Sagrera, J. (2007). Paracélsica. Alquimia, magia y medicamentos. Offarm, 26(10), 108-114.
https://www.elsevier.es/es-revista-offarm-4-articulo-paracelsica-alquimia-magia-medicamentos-13112897

López Piñero, J. M., Navarro Brotons, V. y Portela Marco, E. (1976). Materiales para la historia de las ciencias en España: S. XVI-XVII. Pretextos.
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Luanco, J. R. (2009). La alquimia en España. Escritos inéditos, noticias y apuntamientos que pueden servir para la historia de los adeptos españoles. Maxtor.
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Picatoste, F. (1999). Apuntes para una biblioteca científica española del siglo XVI. Ollero y Ramos.
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Portela Marco, E. y Soler, A. (1992). La química española del siglo XIX. Ayer, 7(3), 85-107.
https://revistaayer.com/articulo/1172

Primo Yúfera, E. (1966). La química en España. Publicaciones Españolas.
VC/6139/8

Universidad de Salamanca. Biblioteca General (2005). La ciencia y la técnica en la época de Cervantes. Libros científicos y técnicos de la Biblioteca General Universitaria de Salamanca.  [Exposición bibliográfica, edificio de Escuelas Mayores, 14 de noviembre de 2005-10 de enero de 2006]. Universidad de Salamanca.
SDB 094"15/16" CIE

 

Créditos: Elaborado por el Servicio de Información Bibliográfica de la Biblioteca Nacional de España.